Con uñas enquistadas en las noches tapiadas con llave,
los lobos huyen por las ventanas del bosque,
con arboles sin señas de identidad, mojados por la lluvia ácida,
que las chimeneas vomitan el progreso,
matando la extinción de los penúltimos suspiros
alumbrados por las farolas de las frías soledades.
No hay rastro del pelo blanco que se llevaron los filósofos,
con su distancia nos dejaron perdidos en la gloria,
no hay maniqueísmo en la profanación de las verdades
que merodean las cuevas de la disidencia.
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