Cánta una canción en la acera de la primavera,
esperada en el verde de los valles
que convierte el pensamiento
en un mar de sensaciones bucólicas,
excitantes,
mareantes,
con sinfonias de multitudes
que no ponen límetes en los griterios
ni en las risas con muescas de calavera con espiritu blanco,
de recien nacido con corazón de bebé
que llega al mundo con su cerebro limpio como marmol
al que una mota de polvo hace parecer tan sucio
como el alma de un pobre asesino de un arbol,
que no ovula en la orfandad cíclicas de la tristeza,
acuñadas en lo ciclones de la alegria,
bañadas en los mares de aguas no atrevidas
con oleajes que sucumben en sus propios reconocimientos.
Vuelve a tocar una melodia trovadora
en el valle del que no se puede dejar de ver su verde imaginario,
que no necesitara dormirse en la audaz moratoria
que concede la brisa de tu prosa.
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