jueves, 25 de julio de 2013

Insondable.


Sentí el dedo de la risa,
el ladrido de un vocablo
que trajo el horizonte antiguo,
era un perro blanco.

Era escribiente,
escribía signos en iris,
sus puntos y comas
eran proverbios
de un cuento.

Creía en mi supuesta creencia
y no volví a creerme
y me dormí.

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