Al pueblo Tunecino y Egipcio que confían en el destino de un mundo mejor.
Se come su tierra en los poros de su sudor y unas gafas se mueven en el hundido sol de mil palabras sembradas.
En la justa asonada.
Llegó a la invisibilidad
de la doctrina embaucada
de trenes polípticos.
No formó imagen que hallara,
cuando observó el nacimiento
de la oregenia revelada
antorcha luz mordida en África tiempo
que volvió en aquel.
Esa continuidad en abrir venas paisajísticas
de paja y heno subversivo
en suburbios aireados en la instantánea
de un deseo abrasado.
Germinación plateada
entre abierta y cerrada
en esa alargada sombra
que me despertó
y me habló de vosotros
en escarcha y coraza.
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