POEMA
Humo alquitranado
en sudores ensangrentados.
Madrid rallado
en los escapularios de estómagos.
Vientos adoquinados
en la argamasa
de hombres y cemento.
Rueda de esqueleto,
coche en movimiento.
Gente que no se conocen
en las palabras del otro;
más se fue corriendo,
el reloj le dejaba sin aliento,
la lengua le usurpaba
el hueco eterno.
Ojos que llegaban
de mirar a un tonto
y un loco,
la ciudad los miraba de reojo.
Un árbol alquilaba la sombra
que bosquejaba un Madrid abierto.
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