
El día siguiente vino,
sin saber que iba a venir
y trajo el calor de una leyenda,
el hoy arrastrado,
la mañana fraguada en expectativas.
Cielo de hondo fugado,
en que las moscas chuparón
la sangre del antepasado.
Moscas de pantano muerto,
vuelo engordado en carne procreadora,
podridos zigzeantes
con nombre y apellidos,
pudedumbre de medio pelo
con volutas de vuelo.
Me rodearon hambrientas,
locas de consigo,
interpretes de códigos,
que leía Judit,
cuando salia del infierno,
envuelta en moscas sin alma.
Eran pocas
y se fueron muriendo
en charcos que flotaba la humanidad.
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