Se resquebraja la sordidez de la ignorancia,
acartonada en los pliegues de la desdicha.
La pluma vuela impávidamente,
ignorando la gravedad,
huerfana de sus alas,
liviana en los flujos del aire,
temerosa en las sospechas de los silencios.
Fue a un lugar y volvió embriagada
de haber vivido en el mar de los ecos.
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